“Destapa la felicidad”; “Vive ahora”; “Impossible is nothing”; “La vida es corta, come tacos”; “La vida es una sola, cómete el mundo a bocados” ; “Vive la experiencia”; “Hazlo con pasión o no lo hagas”; “La felicidad es compartir una pizza”; “La vida es corta, come pollo”; “Red Bull te da alas”.
Estos eslóganes de marcas famosas son un breve reflejo de los mensajes que recibimos de la publicidad, y una muestra de la sociedad en la que vivimos. Podríamos resumirlo en: la vida es corta, no vale la pena sufrir. Disfruta, come, viaja, bebe, compra, sé feliz.
Incomodidad, frustración, dolor, incomprensión, sufrimiento, deben ser eliminados. Nos pasamos la vida tratando de deshacernos de ello. Nos encantaría apretar un botón y hacer desaparecer todo el dolor de nuestra vida.
Sin embargo, aunque nos centremos en ese objetivo, nos damos de bruces una y otra vez con la realidad del dolor y el sufrimiento en nuestra vida, en forma de defectos propios y ajenos, personas que nos traicionan, personas que se van, soledad, enfermedad física, enfermedad psicológica, incomprensión y una larga lista de sufrimientos.
Paradójicamente la manera más eficaz de conseguir que el dolor y sufrimiento disminuyan no es negarlo o evitarlo sino aceptarlo y encontrarle un sentido. Edith Eger, superviviente de los campos de concentración y escritora de La bailarina de Auschwitz, narra en su libro que se pasó muchos años tratando de olvidar lo que había vivido allí. Sin embargo, tras mucho intentarlo, se dio cuenta de que quizá había otra manera de lidiar con su dolor: “¿Y si escribir mi historia me liberara en lugar de atraparme más? ¿y si hablar del pasado pudiera curarlo en lugar de calcificarlo? ¿y si el silencio y la negación no son las únicas opciones tras una pérdida catastrófica?”
Aviso spoiler. A estas preguntas responde posteriormente: “Descubrí un sentido en mi sufrimiento, un sentido que me ayudó no solo a hacer las paces con el pasado, sino a liberarme de mi padecimiento con algo precioso que vale la pena compartir: un camino hacia la libertad”. El sentido a ese dolor, para Edith, fue poder ayudar a gente que había pasado por un sufrimiento como el suyo. Cada uno debe descubrir el suyo: crecer, un motivo trascendente, etc.
¿Qué necesito aceptar?
Aceptar mi pasado, aceptar mis defectos, aceptar mi forma de ser, aceptar las emociones que siento, aceptar aquello que escapa a mi control. Aceptar, al final, todo aquello que me hace sufrir o me genera incomodidad. Aceptar mis emociones negativas. Aceptar mis emociones positivas.
La aceptación es un paso aparentemente sencillo, pero no lo es en absoluto. Para poder aceptar, necesito, en primer lugar:
- Reconocer qué situaciones/personas me afectan.
- Entender por qué me afectan o me pasan.
- Acoger lo que me pasa y encontrarle un sentido.
Edith Eger, tras tratar de olvidar la experiencia tan dura que había vivido en el campo de concentración, se dio cuenta de que la única manera de avanzar era volver la mirada atrás y aceptar. Encontrar un sentido a todo aquello que había vivido.
Lo mismo puede pasar en nuestras vidas, aunque más cotidianas. Aceptar las obsesiones que estoy teniendo, los impulsos, la dependencia emocional, la inseguridad, el dolor de la traición, los celos, los bloqueos, los arrebatos de ira.
Aun así, aceptar no es conformarse, la aceptación no lleva a la parálisis (eso es la resignación). La aceptación me ayuda a encontrar un sentido y ponerme en movimiento. Entiendo y acojo que siento esta dependencia emocional o esta adicción, y una vez lo acojo y me quiero con ello, me pongo en movimiento para cambiar lo que está en mi mano.
Para responder a la pregunta inicial, ¿cómo librarte de tu dolor? La respuesta es aceptándolo y dándole un sentido. Esto no hace que el sufrimiento deje de estar, pero nos permite vivirlo de otra manera, enfrentarlo de otro modo. Una víctima de maltrato puede rechazar el dolor que sufrió o negarlo, pero mirar ese sufrimiento, aceptarlo y encontrarle un sentido le permitirá poder mirar hacia adelante y no hundirnos por ello. No es un proceso fácil ni rápido, pero… vale la pena.
Para más información no dudes en contactar conmigo. Junt@s encontraremos un sentido a tu dolor y desarrollaremos herramientas que te ayuden a transitarlo de forma saludable y adaptativa.